UN DÍA COMO HOY EN LA HISTORIA…
-Se celebra:
-Nace:-Muere:
FRASES CÉLEBRES DE PLATÓN:
“La pobreza no viene por la disminución de las riquezas,
sino por la multiplicación de los deseos.”
“Hay que tener el valor de decir la verdad, sobre todo
cuando se habla de la verdad.”
“Allí donde el mando es codiciado y disputado no puede
haber buen gobierno ni reinará la concordia.”
“El amor consiste en sentir que el ser sagrado late dentro
del ser querido.”
EL “PLACER” PARA PLATON:
El asunto del
placer en Platón supone un punto central de su pensamiento. ¿Por qué? Porque de
una buena educación en él dependerá que pueda o no erigirse un proyecto no sólo
de excelencia personal, sino también política. Ello supondrá dirimir la
relación existente entre cuerpo y alma: ¿de qué manera nos influye lo sensible?
Así, Platón se enfrenta al conocimiento de lo que es (las ideas), y de lo que
uno es (cuidado de sí). Por eso la escisión entre un orden inteligible y otro
sensible no se impone en su doctrina de forma arbitraria, sino que obedece más
bien a una necesidad: que las ideas no se vean afectadas por la multiplicidad y
el incesante cambio, con el objetivo de arribar a un conocimiento estable y
verdadero, que constituya por tanto el principio del devenir. En definitiva,
existe un proyecto de otorgar consistencia a la realidad.
En ciertos diálogos, como el Gorgias, Protágoras, Fedón o
Filebo, e incluso en algunos fragmentos de la República, parece predominar una
temática que preocupa a Platón: el auténtico placer ha de hallarse siempre
acompañado de cierta medida, que además, es necesario conocer. Es decir, que el
sabio no será el que sabe mucho, un mero erudito, sino el que escucha, el que
pone oídos atentos a lo que los apetitos tienen para decirle, sin tener como
última meta de su acción el placer. En el Protágoras el placer se nos anuncia
como un bien: en primer lugar, el verdadero placer es un bien solamente en
tanto que lo encontramos medido por la sabiduría; en segundo lugar, el placer
se vuelve engañoso si no está secundado por un certero cálculo -que podría
verse malversado por la ignorancia. Centrándonos en el Protágoras y dejando a
un lado diversas cuestiones hermenéuticas bastante importantes, podemos decir
que Platón subraya en este diálogo el poder de la sabiduría sobre nuestras
acciones; cuando ésta se halla presente, el deseo da con lo que buscaba (el
auténtico placer). De esta manera, el ánimo, el alma, encuentra la paz. Así, lo
que se dice en el Protágoras seguiría vigente en República, a saber, que cuando
el sujeto sufre una suerte de división entre deseos contrarios no armonizados
por la sabiduría (que ejercería como apropiada fuerza directriz), en ese caso,
no podría darse una verdadera satisfacción del sujeto como un todo: estaríamos,
pues, en el caso de aquella moral de esclavos. El objetivo de Platón es que el
sujeto invierta toda su energía, todas sus fuerzas, de manera satisfactoria, en
el buen camino. Sócrates no sostendría entonces ni una posición meramente
hedonista-sensual (algo es bueno si nos parece inmediatamente placentero), ni
un hedonismo-racionalista-calculador (algo es bueno si parece potencialmente
productor de placer en lo venidero).
En resumidas cuentas, el Sócrates del Protágoras no estima que
el placer constituya un fin suficiente de la vida, ni que la vida pueda
reducirse al placer. “Calcular” los placeres no es más que conocer su medida,
más allá de cualquier apariencia. Basta ser sabio para obrar bien: el sabio
conoce el bien, lo desea siempre y obra en consecuencia, por mucho que pudiera
exigirle renuncias y sacrificios. De hecho, Platón no niega en el Protágoras
que un deseo irracional pueda prevalecer en nuestra acción, sino que más bien
defiende que, si se halla presente la sabiduría, su aparición será suficiente
para elegir el bien. En definitiva: existe la posibilidad de ser vencido por el
placer, pero quien: a) conoce la medida justa y apropiada de los placeres y b)
aprende mediante la práctica a obrar bien, no podrá ser nunca vencido por el
placer, y por ello quien es sabio mide y obra bien, y además vive tranquilo, en
paz consigo mismo. El sujeto que ha comprendido esto, se obligará a sí mismo,
no sin esfuerzo, a no dejarse llevar por el deseo: el conocimiento ofrece la
clave para obrar bien indefectiblemente. Así pues, la sabiduría se asienta en
este diálogo como un tipo de conocimiento alejado del científico o del que
posee el erudito; este especial conocimiento alberga el poder de tornar el
temor en confianza, el enfado en serenidad…
Lo que nos queda a los hombres es llegar a ser buenos,
esforzarse por ello, siendo siempre conscientes de que no es un estado
permanente: «Lo difícil, aunque posible, es llegar a ser cabal; serlo es
imposible» (Protágoras, 344 e). La virtud exige cierta praxis: no basta con
saber, es preciso ejercitarse, y la bondad, por tanto, será aprendida mediante
una práctica; una práctica portadora de aquella sabiduría y que traerá consigo
todas las demás virtudes, pues podrá situar en cada caso el lugar donde se
encuentra el bien.
POEMA DE ANDRES ELOY BLANCO:
LA RENUNCIA…
He renunciado a ti.
No era posible
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella...
hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba...
He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;
Como el que ve partir grandes navíos
como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos bríos
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
Como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.
He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales en los escaparates de las confiterías...
He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, !cuantas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!
Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño...
Fueron vapores de la fantasía;
son ficciones que a veces dan a lo inaccesible
una proximidad de lejanía.
Yo me quedé mirando cómo el río se iba
poniendo encinta de la estrella...
hundí mis manos locas hacia ella
y supe que la estrella estaba arriba...
He renunciado a ti, serenamente,
como renuncia a Dios el delincuente;
he renunciado a ti como el mendigo
que no se deja ver del viejo amigo;
Como el que ve partir grandes navíos
como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;
como el perro que apaga sus amorosos bríos
cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
Como el marino que renuncia al puerto
y el buque errante que renuncia al faro
y como el ciego junto al libro abierto
y el niño pobre ante el juguete caro.
He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia;
como esos granujillas otoñales,
con los ojos estáticos y las manos vacías,
que empañan su renuncia, soplando los cristales en los escaparates de las confiterías...
He renunciado a ti, y a cada instante
renunciamos un poco de lo que antes quisimos
y al final, !cuantas veces el anhelo menguante
pide un pedazo de lo que antes fuimos!
Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.
Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;
desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.
La renuncia es el viaje de regreso del sueño...
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