LA CONSPIRACION
Uno tiene la
idea y un segundo la sigue… El éxito de una asonada solo se contiene en el
plan, los instrumentos, los que lo ejecutan y las circunstancias en que se van
a dar…Concebimos por legitima naturaleza, el querer vivir en paz pero
desafortunadamente muy pocos saben valorar lo que tienen y quieren buscar en el
incierto devenir mucho más, a sabiendas que, el derecho de vivir bien, termina,
cuando otros deciden pretender vivir mejor…
Las aventuras
imposibles son tan descabelladas como buscar la alianza en el arca perdida;
cuando el pirata se embarca en una misión solo prevé la victoria pero nunca la
derrota y peor aún, que devendrá después…
Las grandes
victorias que cambian el destino del mundo, si bien cuando se presentan son vagas
ideas traducidas en espurios gérmenes del todo incipientes y risibles,
lerdamente se van fraguando en el tiempo y van
consolidando una idea prima y esperanzadora y cualquiera que sea, será
una promesa. La promesa, con el pasar del reloj, tiende a transformar su tic
tac en propia guillotina o tornarse aberrante como los pensamientos vejaminosos
de la mente que la origino. En muy pocos casos esa promesa llega a ser como
originalmente nació y es que al transcurso de los eventos la misma presentación
de éstos le dan el viraje necesario para acomodarse a las circunstancias que lo
puedan sostener, y es ahí que se torna la promesa en cosa despreciable.
Lo más
reprobable del ser humano es la traición, en la historia de la humanidad se han
acometido atroces injusticias en nombre del amor y del mismo D´os; ese mismo
D´os que es entonado en busca de fuerza y mejor prosperidad en la aventura que
se propone. Somos una realidad inmanente, y mientras estemos conformados por
esa realidad la idea de fidelidad siempre estará en lucha y confrontación
directa y permanente con la traición y del resultado de esa batalla continúa,
rutinaria y subconsciente damos a conocer nuestra forma de ser con respecto a
un tercero. El inconsciente colectivo empujado por una fuerza de promesas y
vagas o nulas aspiraciones lógicas se embauca en “propósitos inciertos” que
marcan una ruta que determina un destino o un porvenir también incierto como el
propósito que la origino…
Todo lo que comienza mal termina mal, y es que
la rectificación de la ilógica y contradictoria vida solo lo da su contrario y
al proyecto que pudiera originar una posible transformación si no va acompañado
de una buena recepción ésta se transforma en conato por la falta de
sustentación en su concebir y proceder de facto.
La
conspiración debe tener un punto siempre presente: respeto. Todas las cosas en
la vida se pueden obtener con disciplina, honor y honradez, pues si falla éste
trio irremediablemente se presentaran sus opuestos amorfos: desorden,
improbidad y delito que transforman la promesa original en un acto ilícito y
punible.
Al concebir la
conspiración como medio de salida, también debe asomar en la mente que lo
conjura la idea de la amistad… ¿Qué es la amistad?...¿Tengo amigos?... Debería
entonces de tenerse bien presente y como principios de vida dos valederos
proverbios de antaño: “En la amistad se es más feliz con la
ignorancia que con el saber y que sólo se debe pedir al amigo lo honesto,
puesto que sólo lo honesto es todo lo que haremos por ellos”
El gran
problema del ser humano es su profunda inconformidad, mismo disconfort que lo
lleva a pensar en horizontes de posibilidad remota que a través de conductas cuestionadas,
irregulares e ilegitimas se pudieran conquistar. El hecho es que la inconformidad
representa una cara del hombre que revela la falta de conocimiento pertinente
para a través de la legalidad llegar a madurar una idea que no puede plasmar
porque es totalmente absurda y abstracta.
Entonces, para
suavizar la terna anterior, se le agregaría
el elemento más valioso y decisivo: la sabiduría. No solo hay que tener estas
cuatro aristas sino saber engranarlas como perfecto mecanismo suizo cuyo
espíritu es nuestro sabio amigo. Y ahora entonces, lo completaría un gran
detalle importante: ¿Cuál es mi dinamo de apoyo?...
Pensando en
todo lo anterior, una vez más, y para finalizar a modo de colofón, sigo creyendo
y rememorando un pensamiento de Bertrand Russell: “El hombre feliz es el que vive
objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que
asegura la felicidad por medio de éstos intereses y afectos que, a su vez, le
convierten a él en objeto de interés y el afecto de otros muchos”.
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